Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 25 de mayo de 2012

Coche no es una unidad de medida


El título quizá les parezca largo y que no tiene demasiado sentido, pero créanme, lo tiene...

En su último informe (pueden ver la noticia, por ejemplo, aquí, o descargarlo completo), UNICEF destaca que, cerca de 2.200.000 niños españoles viven por debajo del umbral de la pobreza y que la infancia se ha convertido en el colectivo más afectado por la crisis económica en nuestro país.

Es innegable el impacto de esta crisis en la sociedad y en las familias españolas. Al menos, en algunas, porque tendrán que reconocerme que esta crisis es bastante “rarita”. Hace pocos días, el presidente de Telefónica —no sé si en un ataque de optimismo para infundir esperanza, o de alienación total de la realidad— venía a decir que la cosa no está tan mal como nos parece. ¡Caray! Lo del optimismo puede ser difícil de explicar para los más de un millón de hogares con todos sus miembros en paro.

Pero hay algo de cierto en lo que César Alierta —el de Telefónica— decía. Y por eso lo de la crisis “rarita”. Y es que a quien le han ido mal las cosas lo está pasando fatal, pero para los que hemos tenido la suerte de conservar nuestro trabajo la cosa está más o menos igual. Existe un miedo generalizado, sí. Es cierto que no nos damos tantas alegrías, pero aún nos las damos. ¿Se han fijado cuánto smartphones hay en este país? Más que en cualquier otro de Europa. El de Telefónica lo sabe bien. Quizá de ahí sus palabras. Y no hablo de ricos, sino de clases medias que incluso —según los parámetros de UNICEF— pueden hasta vivir debajo del umbral de la pobreza. Y aquí es cuando llega el momento de explicarles el titular.

viernes, 18 de mayo de 2012

Tirones de orejas


Siempre lo digo, y casi nunca cumplo: no quiero extenderme en ninguno de los temas. Además, dado que voy a hacer doblete en esta casa —de blogs— a partir de ahora con el estreno hoy de “Lo que el bit esconde”, además de la columna semanal que escribo en el periódico PARAULA, voy a tener que acostumbrarme a escribir menos y más rápido. O eso, o contratar a un negro.

Vayamos al grano...

Primer tirón de orejas, a la Junta de Andalucía que, según esta información ha bloqueado las ayudas que tenía comprometidas con Cáritas “para mantener el funcionamiento de centros de acogida de personas sin hogar así como los destinados a la reinserción de presos a su salida de la cárcel”, mientras que no ha tenido problemas para mantener las partidas destinadas a partidos políticos, sindicatos o subvenciones al cine andaluz...

Segundo tirón de orejas, a Cáritas. Obviamente, no por lo que hace, sino porque me parece que hubo un momento en que se perdió —de alguna forma— su espíritu de entidad que se financiaba principalmente —casi en exclusividad— con fondos privados (donativos en su mayoría). Ya sé que es discutible lo que voy a decir a continuación, y no del todo justo, pero tómenlo como un toque a la reflexión: cuando Cáritas empezó a admitir mayores cantidades de dinero de las administraciones públicas —y la obra social de las Cajas de Ahorro, en cierta medida, lo son— para proyectos sociales, lo que hizo fue convertirse en una entidad prestadora de servicios por cuenta de la Administración. Sí. Durante un tiempo se han podido prestar unos servicios y mucha gente se ha beneficiado, pero ahora que ya no hay dinero público, hay que cerrarlos.

viernes, 11 de mayo de 2012

Profetas


Ayer escapé por los pelos de una lección de democracia real y participación ciudadana.

Un grupo de no más de veinte jóvenes —tuve tiempo de contarlos mientras duró el disco rojo del semáforo, lo prometo— decidieron cortar, sin previo aviso, una céntrica calle de seis carriles. Cuando les alcancé a ver ya habían detenido a un autobús de línea con todo su pasaje. Gracias a la moto pude pasar cuando el semáforo cambió, pero los coches a mi alrededor no tuvieron tanta suerte. De verdad que si no valorara mi tiempo en mucho más, me habría gustado quedarme cinco minutos para contestar al líder vociferante de la manada.

Y es que quizá yo mismo caiga en ese error una y otra vez. Quizá haya personas que piensen que, en este blog, lo que se hace es precisamente eso. Pero hay pocas cosas que me molesten más que alguien intente darme lecciones sobre ciertos temas. Personas que hablan sobre lo que no conocen como si fuesen expertos en la materia y sus palabras sentaran cátedra. Personas que se atribuyen superioridades morales o éticas al expresar sus opiniones.

El joven líder en cuestión —lo cierto es que su voz era la única que se escuchaba— entonaba cual profeta bíblico algo así como en una letanía machacona y reiteradamente: “No es democracia y no lo veis; es dictadura y no lo sabéis”.

viernes, 4 de mayo de 2012

Sueldos


Los españoles solemos mentir sobre cuestiones económicas. No sólo a Hacienda, también entre conocidos. Y depende del contexto, solemos pintar nuestro estado financiero mucho mejor o mucho peor de lo que es realmente. Pero déjenme contarles una historia real que, aunque pueda encerrar cierta exageración, no deja de ser trágicamente posible.

Es la historia de una limpiadora, una empleada de una de esas empresas que se encargan del mantenimiento de oficinas públicas y privadas. Para estas últimas, resulta más económico contratar los servicios de esas empresas que tener limpiadoras en nómina. Económicamente puede ser más que justificable.

El problema es que esta mujer, mayor y viuda, se dedica a realizar suplencias. Es decir, ni siquiera tiene un contrato permanente con la empresa de limpieza, sino pequeños contratos temporales cuando hay bajas o sobrecarga de trabajo. La mujer tiene dos hijas. Una de ellas, la pequeña, todavía estaba estudiando en la Universidad, pero ha tenido que dejar de hacerlo: o se ponía a trabajar o perdían la casa. La hipoteca, ya saben.

Quizá la mujer exageraba, pero entre las tres dice que ingresan mil euros al mes. La verdad es que incluso siendo el doble la situación clamaría al cielo. Pero es que tienen suerte. Tienen trabajo. Casi dos millones de hogares en este país no tienen nada.