Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Injustificable


Hacemos mal, muy mal, comprendiendo y justificando la violencia. Nos hemos acostumbrado en esta sociedad a ser especialmente comprensivos con ciertas sensibilidades, sobre todo cuando éstas tienen la costumbre de manifestarse violentamente cuando se sienten heridas.

Quede claro que no me parece bien ofender a nadie, y menos en sus creencias y sentimientos religiosos. Pero un vídeo, por muy blasfemo que sea, nunca puede justificar la violencia y la muerte. Dejemos atrás el discurso del “algo habrá hecho para merecer esto”. De apretar el gatillo solo es responsable, en última instancia, el que lo aprieta. Podrá encontrar todas las causas y excusas que quiera, pero al final uno es libre para hacer o no hacer. Esa libertad interior nadie se la puede arrebatar.

Eso no elude nuestras responsabilidades colectivas, cuando las haya. Instigar, apoyar, comprender, crear un clima... Pero también es responsabilidad colectiva no ceder al chantaje ni a la defensa igualitaria de todos los hombres y sensibilidades. No podemos mantener un doble rasero en la tolerancia de las ofensas en función de la costumbre del ofendido de mostrarse más o menos violento. No estamos en un patio de colegio, ni podemos tolerar comportamientos abusivos.

Si se puede amparar bajo la libertad artística y de expresión cocinar un cristo, ¿por qué no  podemos hacer lo mismo con una caricatura de Mahoma? Ninguna de las dos opciones me parece moralmente correcta, ni de gran valor artístico. ¿Por qué si alguien agrediera —no es una incitación a la violencia— a Javier Krahe por sus innovaciones culinarias se uniría el suceso al odio y la intolerancia religiosa de los católicos, y en el caso de las caricaturas o el moderno vídeo se habla de ofensas a los sentimientos y creencias de los musulmanes?

La libertad tiene sus obligaciones. Su uso, consecuencias. Deberíamos preocuparnos porque los excesos en cualquier uso de un derecho, como es la libertad, sean corregidos por medios pacíficos y legales. El recurso a la violencia, al linchamiento popular, en estos casos, no tiene justificación, por mucho que se empeñen los titulares de nuestros medios de comunicación, empeñados demasiadas veces más en darnos una explicación de lo que ocurre que en describir fielmente los hechos.

Antes del dichoso vídeo —que no he visto, y que la prensa y el propio gobierno norteamericano sitúan en el origen de los recientes asaltos a embajadas estadounidenses en países recientemente protagonistas de la “primavera árabe”— las minorías cristianas estaban ya siendo perseguidas en nombre de la fe, pero por motivos mucho más mundanos. La situación en Pakistán es buena muestra: un imán falseó pruebas y acusó a una menor con síndrome de Down de haber blasfemado quemando hojas del Corán. Gracias a Dios, al borde del linchamiento, se descubrió el engaño y las razones de fondo: expulsar a los cristianos de sus propiedades. Precisamente eso es lo que vienen sufriendo los palestinos cristianos en Tierra Santa desde hace décadas, aprisionados entre las presiones legales de judíos y la violencia física de los palestinos musulmanes. Y de los coptos en Egipto, o los cristianos en Sudán, Nigeria o Etiopía, de cómo son tratados y masacrados desde hace años, mejor no hablar.

El ataque a embajadas y consulados es sólo un paso más en esta escalada violenta. La línea de puntos a unir está ahí, y no en inconvenientes y desafortunados vídeos provocativos. Las víctimas no son culpables. Nunca.

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