Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 20 de mayo de 2011

Así no se cambia el mundo


No pensaba escribir de las concentraciones de “indignados” que están protagonizando personas de todo tipo en bastantes ciudades españolas y que los medios de comunicación se están empeñando en convertir en lo que no son. ¡Con la fantástica noticia en que podrían convertirse!

No pensaba hacerlo pese a que es cierto que con cinco millones de parados, con dos millones de hogares sin ingresos, con una práctica política que permite pactos para evitar que gobierne el más votado (que a fin de cuentas es la voluntad popular mayoritaria), con incrementos patrimoniales de difícil entendimiento, con un sistema educativo deficiente en sus resultados, con una crisis de valores galopante, con un gobierno que ha dedicado siete años a resucitar fantasmas de viejos bandos, guerras y rencillas, con todo eso y mucho más, es cierto que hay motivos de sobra para indignarse. Y para protestar.


No pensaba escribir. Pero mi madre de 83 años, verdaderamente asustada por el clima y las noticias, me ha hecho cambiar de opinión. Por supuesto que ella ni lee estas cosas, ni sabe que las escribo. No me ha pedido que escribiera. Me ha bastado el miedo en sus ojos y en sus palabras...

Y como mi madre hay muchas personas mayores. Personas que vivieron la guerra, la dictadura, y una democracia que no entendieron, pero que asumieron.

Miren, acampados. Puede que ustedes crean tener todos los motivos y justificaciones del mundo, pero las pierden cuando el resultado es coaccionar la libertad de otras personas. No voy a acusarles de que sea eso precisamente lo que buscan y que detrás de todo este movimiento hay motivos claros para boicotear un ejercicio electoral normal, sobretodo, teniendo en cuenta las encuestas y el sesgo de las propuestas que fluyen de sus asambleas. Pero es que las fechas que han elegido, y sus provocaciones de desobediencia de la ley electoral... Incluso el lugar emblemático elegido.

Miren ustedes: la democracia es un medio, no un fin. Una democracia no asentada en valores y en la dignidad humana no es mejor sistema que una dictadura. Una democracia no es un sistema perfecto, pero es el menos malo que conocemos y que hasta hoy hemos sido capaces de poner en práctica.

Si ustedes están asqueados y quieren cambiar ese modelo, vayan al Congreso de los Diputados, porque ahí están los representantes del pueblo que son los que pueden hacer las leyes que reclaman. Y no vayan en tiempo de elecciones, sino durante la legislatura que es cuando las leyes pueden hacerse.

Aunque, ¿saben una cosa? No creo en la posibilidad de cambiar el mundo por decreto, ni con leyes. Al menos, no para bien. Y tampoco creo que las revoluciones —cuyos resultados ya han sido testados, por cierto— lo consigan.

Miren, señores indignados. Acampando y manifestándose no se cambia el mundo. Ni coaccionando ni imponiendo sus opciones, que no tienen ni por qué ser buenas, ni mejores, ni mayoritarias. Si ustedes son muchos más lo son los que no están en la calle. Una democracia real implica preguntar y tomar en consideración a todos, y no sólo a aquéllos que más ruido hacen, o que más sensibilizados se encuentran, o que están en la calle.

¿Quieren cambiar el mundo para mejor? Me apunto. Si es para peor, mejor dejarlo como está. Pero para cambiar el mundo, lo primero es cambiar el corazón, y eso se hace en privado y en voz baja. Después, uno comienza haciendo pequeños cambios en su vida y de rebote en la de los que le rodean. Y cuando todos estemos en ello, el mundo cambiará.

Es muy fácil culpabilizar a los demás. Al sistema financiero o los bancos que fomentaron que las familias se endeudasen. Pero es que los bancos no obligaban a firmar créditos a punta de pistola.

Es muy fácil culpabilizar a la sociedad, al sistema capitalista, y a los medios de comunicación del consumismo y materialismo. Pero la sociedad es la suma de todos nosotros. Y de nuevo, nadie nos pone una pistola en el pecho para comportarnos como unos egoístas sin freno.

¿De verdad quieren cambiar el mundo? Olvídense de acampadas, manifestaciones y protestas, aunque tengan razón. Alguien hace dos mil años expuso la fórmula: niéguense a sí mismos, tomen su cruz, y síganle.

No es imposible. Pero nadie ha dicho que sea fácil.

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