Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 12 de agosto de 2011

Perdón y justicia


Hace unos meses, en un pequeño pueblo gallego, alguien robaba las joyas donadas por distintos vecinos a la Virgen patrona de la localidad. En aquel momento —los medios de comunicación se hicieron amplio y repetido eco durante toda una semana y algo más— muchos de aquellos ciudadanos y feligreses expresaron sus sospechas e incluso señalaron con el dedo al nuevo párroco de la localidad como autor o cómplice del robo. Aquel cura no había sabido conectar con la religiosidad de los lugareños que, por iniciativa propia o por sugerencia externa (nunca lo sabremos), llegaron a boicotear las celebraciones eucarísticas: se negaron a entrar en el templo hasta que las joyas aparecieran y el sacerdote fuese sustituido.

Titulares de prensa, radio y televisión enfocaron la noticia como un expolio de los bienes del pueblo realizado por la Iglesia, o con el consentimiento de ésta y como un pulso entre la institución y el pueblo. Tal fue el clamor y el eco dado a las acusaciones contra el párroco que el Obispo trasladó al sacerdote a otra parroquia.


Con todos mis respetos, creo que el Obispo se equivocó. Y parece que el tiempo me ha dado la razón. Hace unos días, la Guarda Civil detenía al autor del robo. Creo que se trata de un vecino del pueblo, y no me extrañaría que fuera uno de los más activos en las protestas.

Digo que se equivocó el Obispo, probablemente con la mejor de las intenciones. No porque desconfiara de su presbítero y diera credibilidad a las acusaciones, pues seguro que ésta no fue la causa del traslado. Me aventuraría a pensar que el Obispo pensó en el bien de los fieles, alejados de los sacramentos por esta cuestión, por encima de la verdad, del honor o de la justicia para con su sacerdote. Se equivocó porque quien rechazó a Jesucristo, de forma caprichosa e injusta, fue aquel pueblo.

“Ni el polvo de las sandalias...”. No lo digo yo. Un sacerdote puede ser humanamente un desastre, pero revestido en el momento del sacramento es puerta hacia Dios. Aunque no te guste o caiga bien. Y de esto, nadie tiene que contarme. Lo he visto y sufrido de primera mano. Sé lo que un mal sacerdote puede deshacer.

Algunos de los medios que más cobertura dieron en aquel momento a la situación han dado un cobijo mínimo a la noticia de la detención del presunto autor del robo, o ni se han hecho eco de la misma. Otros la han tratado con mayor extensión, pero ninguno con los mismos acentos destacados y reivindicativos de hace unos meses. Creo que la honra de un sacerdote y de la Iglesia merecería mayor satisfacción. Una cosa es el perdón  otra la justicia.

Hoy, muchos de aquellos vecinos que acusaron dicen que nunca lo hicieron. Y lejos de disculparse, insisten en que aquél no era un buen cura. Creo que por justicia humana los medios deberían desempolvar aquellas viejas grabaciones para sonrojo de los que acusaron en falso. Máxime cuando acusar falsamente de un hecho constitutivo de delito a alguien es un crimen perseguible por la Justicia.

Ya sé que es cristiano perdonar y no guardar rencor. Pero es de justicia llamar a las cosas por su nombre. Y es caridad hacer ver su error al hermano para que pueda rectificar. Y esto último no lo digo yo, sino San Pablo, que de conversiones y arrepentimientos sabía un rato.

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