Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 5 de agosto de 2011

Fe y ciencia


No es algo nuevo. Supongo que podríamos remontarnos incluso a algún siglo pasado para encontrar el origen, aunque no tantos como nos quieren hacer pensar. Sin embargo, fue a partir de los años 60 del pasado siglo cuando la ciencia mediática —tan llena de divulgadores y científicos filósofos— comenzó a darse una sistemática negación de cualquier atisbo de fe desde la racionalidad.

Hoy en día, pocos son los científicos que se atreven a reconocer una fe religiosa. Pocos los que se atreven, porque estoy convencido de que, en realidad, no son tan pocos. La mayoría parlante apuesta por el axioma que dice que la ciencia ha demostrado la no existencia de Dios. Sobre todo, los filo-científicos, que de éstos hay muchos más que de científicos de verdad.


No era así hace siglos. Pese a mensajes repetitivos que afirman que las religiones —y especialmente la Iglesia católica— son la causa de un atraso científico de más de un milenio y de la muerte en la hoguera de la mayor parte de los hombres inteligentes y de gran valía, lo cierto es que no fue así. Ni fueron tantos los que murieron en la hoguera —en realidad, poquísimos— ni la comunidad científica era mayoritariamente atea. Galileo, Copérnico, Newton, Da Vinci, incluso Darwin, eran buenos cristianos —hasta donde cabe esperar— y jamás renegaron de su fe. En realidad, históricamente, son muchos más los asesinados por pertenecer a una religión que los ateos por serlo. Desgraciadamente hay mucho libro de ficción, mucha frase sacada de contexto —cuando no absolutamente saboteada— que nos intentan demostrar lo contrario. Y lo que es peor, somos tan dados a creérnoslo todo que nos tragamos esa visión de confrontación secular entre fe y ciencia.

En realidad, la ciencia recurre más veces a la fe que la propia religión. Es la fe —aunque lo llamen intuición o indicios— lo que impulsa al científico a plantear preguntas y buscar respuestas. Es un acto de fe lo que nos pide la ciencia cuando acude a explicaciones basadas en teorías —todavía no demostradas— en probabilidades matemáticas, o cuando sencillamente nos dice que lo que la ciencia no puede resolver hoy lo hará mañana.

Donde algunos verán caos y una combinación casual para explicar la vida en nuestro planeta, otros verán que tal cúmulo de “casualidades” donde sólo la ligera modificación de una variable daría al traste con todo, no puede ser fruto del azar. Donde algunos hablarán de una explosión primigenia de una materia primigenia, otros seguirán preguntándose qué había antes, de dónde surgió esa materia y por qué explotó.

Resulta curioso cómo para dar veracidad a la existencia de algo o alguien nos basta a veces un pequeño ideograma esculpido en una piedra, y para aceptar otros hechos no nos bastan diversas fuentes documentales de distintos autores. En el primer caso lo llaman historia, y en el segundo, fe.

Al final, la fe es la respuesta ante aquello para lo que hoy no tenemos respuesta física. Es una cuestión de tiempo. La ciencia continuará avanzando. Demostrará teorías y refutará otras. Responderá preguntas que hoy nos parecen lejanas y planteará nuevas. Repito: es cuestión de tiempo, como la fe.

Pero llegará el día en que no necesitaremos de fe, ya que nuestros ojos verán. Ese día sabremos con certeza de la existencia de Dios, de su amor y misericordia, de su rostro y su voz. No será necesaria la fe, porque será el tiempo de la certeza.

Mientras tanto existirán pensadores, científicos, divulgadores y filósofos que intentarán gozar de sus quince minutos de gloria demostrando la inexistencia de Dios y llamando ignorantes y estúpidos a los que reconocemos profesar cualquier religión, sin darse cuenta que ellos mismos son igual de creyentes —aunque en la ciencia— y sin recordar que —como decía el filósofo griego— “sólo sé que no sé nada” es la base de todo conocimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario