Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 21 de octubre de 2011

Acumulación de temas


Si es que una semana da para mucho. Y más cerca de elecciones. Demasiadas cosas para comentar en este blog y poco tiempo para hacerlo. En ocasiones no llego ni a tiempo  a la cita semanal de cada viernes.

Pero es que revisando ese pequeño archivo que uno se va haciendo para después manifestar públicamente su oposición a lo dicho o hecho por unos y por otros, me he encontrado con material acumulado que me niego a dejar pasar.

Así que, hoy, si me lo permiten, no me centraré en sólo un personaje con el que disentir.  Y, obviamente, no lo haré de forma tan extensa y profunda como habitualmente. Ustedes juzgarán si acierto.


El primer comentario es para la pareja de “indignados” de la foto que acompaña la entrada de este comentario.

Ya es la tercera vez que hablo de este movimiento organizado y al final van a creer que les tengo manía. Aunque quizá tengan algo de razón, porque yo también me indigno ante ciertas cosas y, entre ellas, que un grupo de personas a las que no he dado permiso, pretendan hablar en nombre de la sociedad (también en el mío) y me impidan usar el espacio público que no les pertenece.

En esta ocasión —y volviendo a la pareja de la foto— es por ese pequeño cartel que, me temo, es más literal de lo que parece. Porque más allá de la primera impresión graciosa, hay una fealdad profunda en la cosa: la voluntad de ocupar el sitio de otro. Quizá ellos no lo consideren igual, pero usar el dinero público para fines privados no es correcto lo haga un político o un indignado manifestante. Y todavía lo es menos si el patrimonio es privado y no se cuenta con el consentimiento del dueño (okupas, va por vosotros). Lo que señalas en esta pancarta, querida joven —perdona que oculte tu rostro— de la foto, es que te hubiese gustado ser tú quien se aprovechara de la situación. ¡Si éste es el cambio que proponéis, estamos apañados! ¡Quítate tú, que me pongo yo! es lo que vienes a decir. Y aunque no lo digan, muchos de los que hay ahí, en el fondo, es lo que quieren.

El segundo protagonista supone un problema, porque a éstos les aprecio y son de casa. Pero es que, junto a este tipo de pancartas —y algunas más de tinte ya no laicista, sino anticatólico directamente— con la mejor de las intenciones, se manifestaban no pocos cristianos y gentes comprometidas bajo el lema “Pobreza Cero”. Creo que esta vez también se merezcan un puyazo por no cuidar las compañías y dejarse utilizar. Es cierto que Cristo dijo que quien no está en contra está a favor, pero es que muchos de estos indignados están en contra de Cristo, o de su Iglesia, o de sus representantes. Se debe colaborar, pero no dejarse utilizar, porque, al final, eso es lo que termina ocurriendo. Yo no saldría nunca a la calle junto a los que apoyaron a los intolerantes dictadores que insultaron y expulsaron de la Puerta del Sol a los peregrinos de la JMJ. Es más, siempre he pensado que para cambiar el mundo no hace falta salir a la calle, sino salir de uno mismo.

Un tercer asunto es el del candidato Rubalcaba, que da la sensación de no saber ya a quién mirar con tal de arañar votos. En un mitin, la semana pasada, atacó al candidato del PP por no tener una propuesta económica propia, sino “revelada”. Resulta que Rajoy había dicho que llevaría los asuntos económicos “como Dios manda”, y el candidato socialista se mofó diciendo que si teníamos que esperar a que Dios arreglase la economía íbamos apañados...

No sé si el señor Rajoy será capaz de llevar una economía “como Dios manda”, pero ojalá, porque otro gallo nos cantaría. Una cosa es que Dios nos haya regalado libertad plena en éste y otros asuntos, y otra cosa es que nos haya dado suficientes pistas sobre cómo comportarnos. Es curioso como a la izquierda, cuando le interesa, le gusta decir que Jesucristo era comunista y cuando no, menosprecia, arrincona, aísla y hace mofa de su Padre.

Claro que, ¿qué se puede esperar de alguien que escoge para el lema de su campaña el verbo “pelear”. Una lucha significa enfrentamiento, tomar por la fuerza, vencedores y vencidos, crispación. ¿Recuerdan quiénes eran los que acusaban a los otros de provocar crispación en la sociedad? ¿No hubiese sido mejor otro verbo como “construir”?

Al contrario que usted —y de la canción de Serrat— prefiero dar a tomar y ofrecer a pedir. Tanto usted, don Alfredo, como los indignados, no. Por eso no entiendo la presencia de los “pobreza cero” junto a estos últimos. Sencillamente, no hablan de lo mismo.

En cuarto lugar, la vergüenza de Occidente. Y es que yo no sacaría pecho por la muerte de Gadafi. Es cierto que el mundo puede haberse librado de un dictador sanguinario..., pero con nuestra ayuda le hemos sustituido por una turba mayor de vengativos sanguinarios. Y no lo digo yo. Ya hace semanas que Anmistía Internacional denuncia torturas y muertes realizadas por los rebeldes libios contra seguidores del gobierno anterior o sospechosos de serlo.

Disculpen, pero hasta la vida del peor de los hombres merece respeto. Eso es —precisamente— lo que nos diferencia de ellos. La venganza y la muerte no pueden ser motivo de orgullo y satisfacción.

Por último, el comunicado de ETA y los aplausos de una parte de la sociedad. Quien deja de hacer lo que nunca debió haber hecho no merece aplauso. Una panda de asesinos que se han llevado por delante a cerca de mil personas —y puede que nunca sepamos si alguna más— y que sigue definiendo el problema como conflicto armado cuando ellos se han dedicado a disparar en la nuca o matar desde la lejanía con bombas, sólo tiene una salida: pedir perdón y arrepentirse, entregar las armas, y ponerse en manos de la justicia. Después de eso, el Estado y las víctimas quizá puedan mostrarse clementes, pero no antes.

Y no, desde luego, cuando todo tiene la apariencia de un teatro, de una operación de maquillaje para influenciar en unos resultados electorales que pintan muy mal para aquéllos a los que los terroristas consideran que pueden seguir sacando réditos y concesiones.

Yo, como muchos, no les creo. Lo que han hecho no es suficiente. Y no esperen a cinco días de las elecciones para otro golpe de efecto.

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