Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 28 de octubre de 2011

Halloween



La mía es una parroquia especial. Lo reconozco. Sin ambages, ni paños calientes. A veces me llena de orgullo y en ocasiones la sufro hasta el punto de sentir tentaciones de buscar un látigo y emular a Jesús en el Templo. Menos mal que en esos momentos siempre recuerdo que no soy nadie para juzgar, y mucho menos para castigar...

Pero es que todos los años, cuando llegan estas fechas, me subo por las paredes y me comería a más de uno. Permítanme explicarles el porqué intentando ser lo más aséptico y objetivo posible, aunque sea una utopía.


Resulta que los sábados, en mi parroquia, un grupo de jóvenes realiza actividades para niños y jóvenes. Y no todo es lúdico. Tienen su plan de formación, sus objetivos, reflexionan sobre las lecturas del Evangelio, y concluyen cada jornada con una celebración de la Eucaristía especialmente enfocada y adaptada a los chavales. En mis años mozos yo fui uno de esos jóvenes, aunque en otra parroquia, y la primera actitud ante su labor generosa sólo puede ser de gratitud. Aunque haya dejado de ser objetivo momentáneamente para decirlo, creo que era justo hacerlo.

El caso es que, de bastantes años a esta parte, cuando nos aproximamos a la fecha de Todos los Santos, la actividad normal de la tarde se sustituye por una tarde-noche con túnel de terror incluido por los locales de la parroquia. A veces ha llegado a ser en la propia víspera de Todos los Santos. Y aunque en ocasiones han dicho lo contrario en el Consejo de Pastoral, lo llaman actividad de Halloween. Y no se lo pierdan: sólo dos personas del Consejo —ninguno de los dos, sacerdote— proponemos que el túnel del terror lo hagan en febrero. El resto aplaude hasta con las orejas. Es una expresión, no es que las tengan tan largas.

A lo mejor me paso de puritano, talibán, ortodoxo o fundamentalista, pero me duele que Halloween oculte la fiesta de Todos los Santos y el posterior día de los Fieles Difuntos. No nos engañemos: la mayor parte de los chavales, al final, ni saben lo que se celebra, ni el porqué, ni su sentido. Ni siquiera los jóvenes. Y los padres tampoco lo explicamos.

Hasta el punto es así —vuelvo a intentar ser objetivo— que el horario se retrasa, la misa con los chavales no se celebra y, en alguna ocasión acuden disfrazados a los locales convocados a la misma hora en que hay servicio religioso en la puerta de al lado. Ver pasar por la acera a las personas que van a Misa esquivando a brujas, esqueletos y otros especímenes no tiene desperdicio. Dejé de ser objetivo.

¿Tanto cuesta explicar a los chavales que, además de los santos del calendario, hay muchos otros desconocidos, que todo aquél que está en el Cielo junto al Padre es Santo, y que precisamente por esa cercanía es bueno pedir su intercesión y ayuda para que Dios cuide de nosotros?

¿Tanto cuesta explicar que el día siguiente —los Fieles Difuntos— es un momento de recuerdo y respeto con los seres queridos que ya no están entre nosotros, y de oración por ellos, para que puedan gozar de la vida eterna junto a Dios? No sé ustedes, pero a mí me harán falta muchas oraciones.

¿Tanto cuesta diferenciar la nostalgia y el recuerdo del llanto y la tristeza? ¿Tan difícil es hablar de la Vida Eterna y de la muerte como paso ineludible para llegar a ella?

¿Tan increíble resulta reconocer que Todos los Santos es día de gloria, alegría y agradecimiento, y los Fieles Difuntos de esperanza?

Si tras los disfraces y los sustos todo esto fuera conocido y celebrado quizá no tendría motivos para sentir la desazón que siento en mi corazón. Quizá no los vería entonces —a disfraces y sustos— como una negra capa que oculta, desvirtúa y evapora buena parte del sentido de nuestras vidas.

Aunque sea en balde, una vez más, no estoy de acuerdo. No puedo estarlo. Mal vamos si nosotros mismos vamos sustituyendo a Todos los Santos y Fieles Difuntos por Halloween...

En el fondo, no es un problema de disfraces. O quizá sí, y quien anda “disfrazado” detrás de todo esto no es otro que aquél al que la imaginería popular pinta con cuernos, rabo y tridente, que anda enredando.

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