Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 20 de enero de 2012

Fornicación o justicia


Me debato entre dar caña a unos o a otros...

La pasada semana ciertos medios de comunicación —y las asociaciones de siempre— se hicieron eco —para criticar, por supuesto— de un escrito del obispo de Córdoba en el que señalaba con el dedo a los propios medios de comunicación y al sistema educativo de fomentar la fornicación entre los más jóvenes. Esta misma semana han intentado volver a la carga diciendo que el obispo todavía no ha rectificado...

¡Ni va a hacerlo! Porque aunque es cierto que no son todos los medios ni a todas horas, ni todo el sistema educativo, lo cierto es que estoy plenamente de acuerdo con él. Hay más culpables, pero estos dos son innegables.

Desde los anuncios, con una visión que va calando poco a poco en nuestras conciencias, hasta series y programas de tertulias, los medios —sobretodo la televisión— se han dedicado a separar sexo y matrimonio. Y lo mismo asignaturas como educación para la ciudadanía, campañas de reparto de preservativos y ciertos cursillos de educación sexual.

¿Hace falta que les recuerde ejemplos de series ambientadas en institutos donde el sexo se produce con normal naturalidad entre estudiantes y profesores? ¿Necesitan el nombre de algún programa-concurso donde se priman los escarceos bajo los edredones? ¿Repasamos el discurso público y políticamente correcto de feministas y otras especies “de género”? ¿Leemos algún temario oficial o material escolar repartido?

El problema de estos modernos inquisidores de la nueva moral es, entre otros, su ignorancia. A lo mejor no lo saben, pero fornicar, en su primera acepción según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua significa “tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio”. No busquen, que no hay segunda acepción a donde agarrarse. Y fornicación, según la misma fuente, es la acción de fornicar. Así que, objetivamente, y visto lo visto, el Señor Obispo tiene toda la razón.

Porque es que, además, deberían dársela. Si precisamente eso es lo que ustedes, los que le critican, defienden: la separación entre sexo y matrimonio. ¿Qué pasa? ¿Que no les gusta como suena “fornicar”? Supongo que alguno no tardará en solicitar un cambio de la definición del diccionario por políticamente incorrecta al incluir una valoración moral... Cosa que, por cierto, no hace. La reprobación moral se la ha asociado de antiguo la sociedad a la palabra, pero no el diccionario. Y etimológicamente, el verbo proviene el ambiente promiscuo y concupiscente de los ciudadanos romanos “caldeados” en las termas.

Pero es que, además, el Obispo escribió tales palabras comentando la primera carta de San Pablo a los Corintios (segunda lectura del pasado domingo): “el cuerpo es para el Señor y no para la fornicación”.

No sé qué quieren que rectifique, oigan. Pídanselo a San Pablo...

En realidad, el problema no es la palabreja, sino el desprecio de la dignidad humana que conlleva su práctica. Ése era realmente el mensaje de san Pablo y del Obispo. Pero éstos, ni se han enterado...

A los otros, a los amigos del juez Garzón y su reclamación de justicia democrática, les daré caña otro día. Apañados vamos si la justicia dependiera de mayorías.

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