Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 13 de enero de 2012

No es falta de educación


Hoy mismo ha saltado a los medios de comunicación. Por primera vez la Filarmónica de Nueva York tuvo que interrumpir un concierto ante el sonido insistente de un móvil en el patio de butacas. Y encima, desde la primera fila...

En realidad no es la primera vez que esto ocurre —lo de sonar un móvil en un momento inadecuado— y en muchos otros lugares y contextos. Incluso durante celebraciones litúrgicas. Ni los funerales se libran. A veces, incluso, es el móvil del propio celebrante el que suena.

Es común pensar que el gesto de no apagar o silenciar el móvil es una cuestión de educación —mala—por parte de la persona. Sin embargo, yo no estoy del todo de acuerdo. Es cierto que puede existir un componente educativo, pero yo creo que es más un problema de concepción de la vida, del concepto de hombre y de sus relaciones humanas que son mucho más profundas que unas simples reglas de cortesía y trato.

Porque que una persona, bajo ninguna circunstancia y lugar, apague su móvil —en mi opinión— deber relacionarse y verse en conjunción con la actitud de contestar a llamadas y mensajes mientras se está hablando o atendiendo a otra persona.

Es cierto que pueden existir temas importantes, personas a las que hay que atender en cualquier momento y rápidamente. Esa es una de las facilidades que nos ofrece la tecnología con la telefonía móvil. Pero esto nos ha llevado a confundir lo que es posibilidad con el deber.

Cada cosa tiene su momento y su lugar bajo el cielo. Contestar siempre e inmediatamente al móvil no es un deber. ¿Comprenden por qué les digo que no es un problema de educación, sino de concepto?

Es como cuando alguien —mucha gente— descubre en el manejo de un programa informático )llámese procesador de textos, creador de presentaciones multimedia o editor de vídeo) que puede incorporar un montón de efectos o colores y se pone a utilizarlos todos sin otra razón que su simple existencia y posibilidad...

Los teléfonos, las redes sociales, todas las herramientas de comunicación que la tecnología ha puesto en nuestras manos están a nuestros servicio y tienen un fin. No podemos permitir que nos esclavicen, ni que nos aparten de realidades más importantes.

Es difícil que el mundo se acabe en las dos horas que dura una película o un concierto, o en los apenas tres cuartos de hora de una celebración eucarística. Casi todo podrá esperar unos minutos. Ni siquiera deberíamos hacer el gesto de mirar quién llama aunque sea para no contestar.

Cada cosa tiene su momento. Los otros, y nosotros mismos. No es educación, sino sentido de la vida. Además, si llega el fin del mundo mientras estamos en el cine ¿de qué va a servirnos que nos avisen por teléfono? Y si estamos en una iglesia, ¿se les ocurre un lugar más adecuado para ese mal trago?

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