Soy novato en esto de las redes sociales, así que no puedo comparar. También puede ocurrir que todos mis conocidos en estos ambientes sean mayoritariamente de una posición política (o contrarios a una). El caso es que llevamos ya unos meses de mensajes incendiarios, algunos medianamente bien razonados, y otros simplemente basados en estereotipos, medias verdades, juicios de intenciones, y “cabreos” en general.
Cada cual es muy libre de indignarse por los motivos que considere oportunos. Cuestión distinta es si objetivamente tiene razones para hacerlo. El relativismo de pensar —falsamente— que cualquier opinión es válida, defendible y digna de todo respeto, nos ha llevado a olvidar que hay hechos y cuestiones objetivas. La verdad existe y no suele tener mil rostros por mucho que algunos nos quieran hacer pensar lo contrario. El que advierte de intentos de manipulación debería ser nuestro primer sospechoso.
No obstante, no es sobre un supuesto derecho al “pataleo” —supuesto, porque si a los niños no se les consiente, ¿por qué sí a los adultos?— en lo que quiero centrarme y realizar una breve reflexión. O más bien, una pregunta.
¿De verdad alguien cree que el Gobierno está adoptando las medidas y recortes que anuncia por odio, “vendetta” o cualquier otra razón no confesable? ¿De verdad no les parece que tienen que estar las cosas muy mal para plantearse subir los impuestos, recortar salario a los funcionarios y parados, y prácticamente congelar —a la baja, ya que todo lo demás sube— a los pensionistas?
Lo dicen los expertos. En este país, antes de la crisis, sobraban cerca de un millón de empleos públicos (entre funcionarios y trabajadores de empresas de titularidad pública). Ningún gobierno —sabedor de la insostenibilidad de estas cifras— se ha atrevido nunca a realizar una verdadera reforma y reestructuración de las administraciones públicas. Por miedo y razones electoralistas. Los funcionarios son un colectivo muy grande, que se puede movilizar fácilmente, que puede provocar el caos y la inoperatividad más absoluta, y que es difícilmente “militarizable” (como hicieron con los controladores aéreos). Que no me vengan con que meterles la tijera es el recurso más fácil, porque probablemente es la forma más rápida y segura de perder unas elecciones. Por eso nadie se ha atrevido a reducir su número, por eso muchos de ellos mantienen privilegios sanitarios privados, y por eso, cuando se les anuncia el recorte, también se les promete una compensación cuando la tormenta haya pasado.
Repito: muy mal tienen que estar las cosas para hacer lo que están haciendo. Así que, es posible que sea momento de calmarse y cambiar el tono de las críticas. Y, sobre todo, su veracidad, actitud e intención final.
Por las redes sociales circulan explicaciones tan ocurrentes —tampoco son para echar cohetes, la verdad— como absolutamente indemostrables y falsas. No decir toda la verdad es mentir. Y leer los pensamientos y “ocultas” intenciones de los políticos que nos gobiernan es un ejercicio irresponsable de adivinación, espiritismo o brujería.
Personas a las que conozco y aprecio, con la mejor de las intenciones, dan eco muchas veces a este tipo de críticas que, en puridad, no lo son. Y entre todos estamos creando un clima capaz vez más irrespirable, intransitable, insostenible, inestable y que, poco a poco, nos acerca a un precipicio que algunos —pocos— en este país todavía recuerdan...
Puede que otras medidas puedan adoptarse. Discutamos y aportemos ideas, pero con calma y con la verdad y datos por delante. Verdad objetiva, no la que ve cada uno. Aparquemos la confrontación y la descalificación fácil y pongámonos a remar todos en la misma dirección.
La semana que viene, más ...
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