Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 20 de julio de 2012

Es momento para la calma... (2)


Les hacía la semana pasada un llamamiento a la calma y, sobre todo, a discernir datos e informaciones ciertas de bulos y mentiras descaradas. Y es que antes de buscar árboles y comprar sogas para ahorcar a los culpables, deberíamos intentar comprender realmente qué es lo que está pasando. Quizá porque eso nos permita darnos cuenta de las verdaderas causas, encontrar y asignar las responsabilidades y culpabilidades adecuadamente y, sobre todo, hallar y aplicar las soluciones más justas posibles. Ya les avanzo que todo, probablemente, no va a poder ser.

Comencemos aceptando la realidad y no perdiéndonos en lo que se hizo o se debió hacer. Me temo que, pese a los esfuerzos hasta ahora, la situación tiene un resumen fácil: no hay dinero. No crean a quien les diga lo contrario, porque les está mintiendo. El Estado ingresa 8 y se gasta 10. Y esto desde hace muchísimo tiempo y en mayor desproporción hasta hace un par de años. Los dos que hoy necesita para cubrir gastos ha de pedirlos prestados, pero como ya debemos 100 y para devolver esa cantidad llevamos 30 años pidiendo prestado, nadie quiere dejarnos dinero, o se prestan a hacerlo con intereses de auténtica usura. Sé que es más complicado, pero creo que el modelo sirve.

Asumámoslo: el Estado del bienestar, ése en el que las prestaciones sociales con dinero público crecen y se amplían constantemente para mejorar el nivel de vida de los ciudadanos, con especial sensibilidad por las minorías o grupos en riesgo, está herido de muerte. Y lo está porque el Estado debería actuar con la “diligencia de un buen padre de familia”, repartir con equidad y justicia y no gastar más de lo que tiene.

Para que el sistema funcionara sería necesario que los trabajadores que no cobran directa o indirectamente de presupuestos públicos fueran cinco o seis veces más que la suma de funcionarios, empleados públicos, pensionistas y demás colectivos que viven a cargo del Estado. Y esa proporción serviría para pagar las nóminas y poco más. A más servicios y prestaciones, la proporción debería aumentar.

Como en esa imagen de la serpiente que se devora a si misma por la cola, las sociedades más desarrolladas hemos venido aplicando situaciones de crecimiento demográfico nulo e incluso negativo. Eso nos ha permitido mantener y elevar nuestro nivel de vida, pero ha segado la hierba bajo nuestros pies: no somos bastantes para mantenerlo todo, y los que vienen detrás todavía son menos.

Unan a eso derroches y malas decisiones económicas por simples cuestiones políticas, además de gastos hinchados y la endémica mala gestión del dinero público “que no es de nadie”, como decía una ministra socialista, y nos encontramos ante un cóctel explosivo, una tormenta perfecta que se nos puede llevar a todos por delante si no vamos con cuidado, dejamos de distraernos y no hacemos lo que toca. Aunque no nos guste.

La realidad es tozuda. El Estado no tiene “pasta”, debemos un  montón, y el sistema es insostenible. Ante esta situación caben dos soluciones: que el Estado deje de pagar lo que debe, o que ajuste ingresos y gastos para poder hacer frente a sus deudas y poco a poco salir adelante. Y todo ello, reformulando un sistema y su nefasta forma de financiación que es lo que nos ha llevado realmente a esta situación. Porque no se equivoquen: la crisis económica solo ha sido el detonante, ésta es una crisis del sistema.

Déjenme continuar con ello dentro de una semana más...

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