Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

domingo, 7 de octubre de 2012

Huyendo de la enfermedad


Hay cosas que esta sociedad no ayuda a digerir bien. El cuidado de los enfermos crónicos con dolencias degenerativas es una de ellas....

Probablemente esté en nuestro instinto animal huir de la enfermedad (y de la muerte). También es cierto que el sufrimiento de un ser querido es más incomprensible, más difícil de aceptar. Y cuando ese sufrimiento implica, además, demencia, aún es peor de llevar.

Pero con todo ello, vivimos en un tipo de sociedad que no parece perdona estas situaciones. No es un problema de leyes de dependencia, ni de recortes. Tampoco del eterno debate sobre dónde están mejor cuidados nuestros mayores. La cuestión es que nuestro mundo hace muy difícil poder cuidar personalmente de ellos.

Y oigan.... Tras cinco noches de mal dormir, mal sentarse, duerme-vela y perder alguna vez los nervios porque no para de destapare, quitarse el oxígeno y arrancarse el gotero y hasta la vía, lo cierto es que no se me ocurre -hoy por hoy- mejor forma de devolverle a mi padre una mínima parte del amor que él me ha dado a lo lago de su vida, que pasando la noche -una tras otra- a los pies de su cama en el hospital.

El problema es que eso no es muy compatible con el trabajo, o al menos con el rendimiento en el mismo. Y a esto es a lo que me refería al decirle que esta sociedad no ayuda a sobrellevar la enfermedad crónica de un familiar.

Si dejas de trabajar, tarde o temprano dejarás de poder cuidarle. Si continúas trabajando, tarde o temprano tendrás que pagar a un extraño para que cuide de él. Y a veces, incluso, eso te puede costar más de lo que ganas. ¿Ven lo que les digo?

Tengo qué trabajar para poder cuidarle, pero si lo hago no puedo hacerlo. Tres o cuatro días los puede aguantar cualquiera, aunque hay quien no soporta ni el primero. Pero más allá de ahí existe una barrera física. Sencillamente el espíritu puede ser voluntarioso, pero el cuerpo débil.

Y además, esto nos brinda la excusa perfecta para no sufrir siendo testigos del sufrimiento, para no tener que compartirlo y aliviarlo.

Algo no anda bien entre nosotros cuando huimos de cambiar pañales de aquéllos que, en su día, cambiaron los nuestros cuando éramos niños. Y si nunca lo hicieron, tampoco es excusa...

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