Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 24 de junio de 2011

La moda de ser anticlerical


Hace tiempo que le bajé del pedestal en que le había situado durante mi época estudiantil. Todo un padre de la Constitución: don Gregorio Peces Barba. En el fondo, las personas siempre terminamos siendo decepcionantes para alguien. Yo, el primero.

Lo cierto es que hace unos meses, Don Gregorio quiso sumarse —una vez más— abiertamente a la ola “anticatólica” que sopla desde hace años en nuestra sociedad y que en el siglo pasado llevó a más de uno a la muerte. Cuando el odio sopla nunca trae nada bueno.

Dice el señor Peces Barba que “España merece tener un poco de anticlericalismo”. Y no lo dice como un castigo que nos hemos “ganado” por nuestro comportamiento, sino como una bondad, como un deseo, como un consejo: como si ser anticlerical fuera bueno...


Me dan pena las personas que para afirmarse en sus convicciones tienen que situarse y enfrentarse a otras personas. Ocurre a diario y por todas partes. No quiero decir que Don Gregorio sea una de estas personas. Le consideraba y le sigo considerando un ser inteligente y de fuertes convicciones de justicia y equidad. Por eso me resulta especialmente llamativa su frase. Y les aseguro que el contexto no la mejora: "la sociedad española merecería tener un poquito de anticlericalismo por todo lo que hemos soportado, que ha sido muchísimo".

¿Suena a venganza? ¿Revanchismo? ¿Violencia? ¡Cuidado, don Gregorio, con lo que se desea! ¡Mire que luego siempre surgen los que toman las palabras al pie de la letra y se dedican a quemar iglesias y matar católicos (no sólo religiosos) porque el “anticlericalismo” es bueno, es sano, es necesario, ¡y está justificado!...

¿Por qué tanto odio, don Gregorio?

¿Acaso es porque más de la mitad de los padres escogen la asignatura de religión para sus hijos? ¿Dónde dejamos entonces la esfera de la libertad? ¿Sólo en el ámbito privado? Lo público, ¿no es cosa nuestra, de todos? Ustedes, con todo su relativismo moral, ¿pretenden imponer una ética estatal emanada de Dios sabe dónde y que no tiene en cuenta la opinión de los ciudadanos?

¿Por qué esa visión tan negativista, don Gregorio?

¿Quizá será porque, según sus mismas palabras, en clase de religión sólo “enseñan cuatro vulgaridades", y “lo único que quieren es adoctrinar, adoctrinar y adoctrinar"? ¿Dónde quedan entones la patria potestad, la responsabilidad familiar, la libertad de enseñanza y de religión? ¿Acaso es el estado —perdón, Estado, con mayúsculas— el padre de nuestros hijos, nuestro padre? ¿Acaso “adoctrinar” es malo si la doctrina es buena? Le aseguro que amar al prójimo es bueno, y usted lo sabe... Y si algunos queremos también amar a Dios, ¿a usted qué más le da? ¿Por qué algunos pueden sentirse ofendidos de expresiones públicas del amor a Dios, y otros debemos soportar las expresiones contrarias en nombre de la libertad y la tolerancia?

¿Por qué esos llamamientos tan cercanos a la violencia, don Gregorio?

¿No será porque la Iglesia se atreve a decir que “no se puede votar a partidos que apoyan el divorcio, el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo”? Y eso es lo que usted dice que dice la Iglesia. En realidad dice muchas más cosas. No mucho más importantes que el aborto, pero sí bastante más que el divorcio o las bodas entre homosexuales (porque el matrimonio es otra cosa) ¿Dónde perdimos la libertad de pensamiento, de opinión, de expresión?

¿Por qué da la sensación de que todo se reduce, al final, a un deseo de imponer una visión sobre otra? Pero es que mientras unos sólo piden que no se apoyen unas posturas y comportamientos, otros lo que reclaman es el aislamiento y el cerco (o algo más) para el que piensa diferente. Mientras unos postulan el amor y el cambio interior, otros mandarían al exilio a la media España que no piensa y siente lo mismo.

Mire, don Gregorio... ¿sabe usted lo que necesita esta sociedad?

Menos “an-ti”, y más “con-ti”.

Más abrazos y menos sospechas.

Más luz, y menos linternas...

O en palabras del beato Juan Pablo II: “no estaremos felices y en paz los unos sin los otros, y aún menos, los unos contra los otros”.

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