Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 4 de noviembre de 2011

De religión, ateo


Me remite una persona a la que sinceramente aprecio y quiero —lo siento, pero el término “amigo” lo reservo para tres o cuatro personas— un artículo de opinión que le han publicado en la edición comarcal de un periódico de ámbito autonómico.

En él, esta persona señalaba la incoherencia de aquéllos que critican el bautismo católico porque se realiza sobre niños sin capacidad cognitiva ni de elección, pero que al mismo tiempo postulan una especie de bautismo “civil” para estos mismos niños, que siguen sin poder entender y elegir.

Creo, sin embargo, que pese a tener razón, lo verdaderamente relevante es otra cosa.


Claro que cuando un niño nace es motivo de alegría para sus padres, familiares y amigos.  Y para la sociedad entera. O debería serlo, porque no siempre es así. Precisamente por eso hay personas que se deshacen de esos niños una vez ya nacidos, e incluso antes. Por eso hay sectores sociales que defienden el derecho a decidir sobre la vida de otros.

Pero miren ustedes, la verdadera tontería del acogimiento o bautismo civil es que no tiene  nada ni de bautismo, ni de acogimiento. ¿Acaso el niño no nace en el seno de una sociedad que, por Ley, con o sin ceremonia, debe acogerle y considerarle un ciudadano con los mismos derechos y deberes que el resto? ¿Acaso es condición necesaria para adquirir ese status social el dichoso acto? ¿Qué pasa, que el niño hasta que se realiza el acto de marras es de otra nacionalidad o es un paria social?

Toquen las trompetas, coman y beban, alégrense y hagan fiesta por el nacimiento de una nueva vida, pero el acto en sí no le añade nada ni le aporta nada a ese recién nacido. Ni siquiera es una auténtica escenificación de algo, porque ese algo ocurre sin que ninguno de los participantes en tal teatro tengan la más mínima posibilidad de impedirlo o modificarlo. La entrada formal en la sociedad se da con la inscripción del nacimiento en el Registro Civil. En este sentido, tendría mucho más razón de ser celebrar la primera vez que te dejaron votar o la primera declaración de renta que presentaste. Derechos y deberes, siento tener que recordarlo.

La cuestión, como señala mi apreciado conocido (cuya segura y certera respuesta espero), es la creación de un símbolo externo paralelo al bautismo religioso. Solo que en el caso civil no hay nada nuevo detrás, no hay un antes y un después del símbolo, y en el religioso, sí. ¡Vaya que sí! El niño no es el mismo, ni queda en la misma situación antes y después...

Al final, huérfanos de un Dios al que ellos mismos rechazan y de unas prácticas religiosas que odian y critican, los ateos, lo que pretenden, es fundar su propia religión. Con todos sus símbolos, gestos y demás —como ellos la consideran— parafernalia.

Como en cualquier religión son proselitistas, evangelizadores de la Nada, de Valores y Derechos, de Luchas sociales o de cualquier tipo de dios humanoide incapaz de llenar al ser humano de su gracia y bondad. Y en nombre de la Ley y el Estado, se muestran, a veces, con mayor furia que la Inquisición para expulsar y corregir el error de la existencia del resto de religiones y de los que las profesan, de paso.

Y éste sí es el verdadero “quid” de la cuestión. Porque uno de los caminos para lograrlo consiste en apropiarse de conceptos y valores que no les pertenecen. La solidaridad no la inventaron ellos. Ni la fraternidad. Ni la justicia. Ni el bien.

Ni el bautismo o acogida...

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