Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 8 de junio de 2012

Despedidos


Se trata de una teoría que nunca ha dejado de estar presente, ya que tiene su origen en, probablemente, el pecado capital universalmente más extendido: el egoísmo. Según leo en El Mundo, un grupo de científicos la ha vuelto a rescatar en la revista Nature...

A cuenta del cambio climático y la conservación del planeta, y aderezada con algunas medidas razonables y de sentido común, han vuelto a culpabilizar al ser humano —concretamente al crecimiento de la población mundial— de todos los males, incluido el futuro fin del mundo, al menos tal y como lo conocemos. Incluso se atreven a poner fecha al “punto de no retorno”: el año 2045.

Para mí, de verdad, todas estas teorías catastrofistas tienen un “punto” que me anima. Si se cumplen en esos plazos no voy a tener que preocuparme por mi jubilación, ni por quién cuidará de nosotros cuando no podamos valernos. ¡Y eso es solo medio en broma, desgraciadamente!

A ver... El cambio climático y la influencia del hombre —infinitamente menor de la denunciada, aunque muy superior a la deseable— es un hecho que nadie cuestiona. Pero que la solución —ya que es su principal problema— sea el “despido” masivo de seres humanos demuestra la ineficacia e ineptitud de aquéllos que la postulan. Es como hacer responsables de los males económicos de una empresa al número de sus trabajadores —cuando las causas suelen ser otras— y aplicar como única —o principal— medida los despidos. No se engañen: eso es lo que postulan en el fondo estos científicos, y no pocos empresarios y gestores de tres al cuarto, faltos de imaginación y solidaria fraternidad. Aquél que lo primero que hace es despedir no debería volver a tener, jamás, capacidad para contratar.

Como les decía al principio, no es la primera vez. Fue otro erudito, Thomas Robert Malthus (1766-1834), quien predijo un cataclismo de similares proporciones para el año 1880. Según su teoría, que —como vemos— algunos todavía validan, la población mundial aumentaba a un ritmo de progresión geométrica, doblándose cada 25 años, mientras que el aumento de la producción de los medios para alimentarla no crecía a la misma velocidad. El colapso era solamente cuestión de tiempo. De hecho, Malthus estaba convencido de que llegaría un momento en el que la mayor parte de la humanidad, sumida en la pobreza, moriría de hambre. Y lo explicaba con una frase terrible: “El hombre que nace en un mundo ya ocupado no tiene derecho alguno a reclamar una parte cualquiera de alimentación y está de más en el mundo. En el gran banquete de la naturaleza no hay cubierto para él. La naturaleza le exige que se vaya, y no tardará en ejecutar ella misma tal orden”. ¡Qué esto lo escribiera un clérigo —anglicano— es la puntilla!

Pues bien... Malthus se equivocaba. Es cierto que en este planeta hay muchos seres humanos que mueren de hambre, pero no es a causa de la falta de medios para alimentarlos, sino por un egoísmo individual y socialmente colectivo que nos impide compartir —me gusta más que distribuir, algún día les explicaré por qué— las riquezas del planeta.

¡Qué no me vengan con que la explotación agrícola de los recursos naturales está llegando a su límite, cuando hasta hace cuatro días en Europa se ha estado pagando a los agricultores por destrozar o dejar perder sus cosechas, e incluso por arrancar árboles frutales, por meras razones económicas de mercado!

¡Qué no me vengan con la anticoncepción como tabla de salvación, porque lo siguiente, como en China, será la regulación por ley del número de hijos y su sexo, la matanza de inocentes, la esterilización, la pureza de la raza y la limpieza étnica!

¡Qué no olviden que una buena parte de los males socioeconómicos que nos aquejan a las sociedades “ricas” —y que eran previos a esta crisis económica— tenían su origen en el envejecimiento de la población y las tasas de natalidad de crecimiento cero!

¡Qué recuerden que somos hombres y no dioses, simples administradores y no propietarios o creadores del mundo, de la naturaleza y de la vida humana.

Jamás confiaría mi riqueza a un gestor que, ante las primeras dificultades, opta por la solución rápida, fácil y suicida del despido. Y tampoco se la confiaría a esta clase de científicos adivinos con nula visión de futuro.

Las soluciones nunca pueden ser a costa del hombre. ¡Nunca! Antes que eso es preferible irnos todos al carajo...

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