Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 15 de junio de 2012

¿Empleados o súbditos?


Leo la entrevista a la directora comercial de un “grupo líder en selección especializada de personal” para empresas, realizada con motivo de la presentación de la “Guía Salarial 2012” que recoge los resultados de “encuestas a más de 6.000 profesionales y 1.000 empresas de nueve grandes sectores de la economía española, de las que el 48% eran nacionales y el 52% multinacionales”.

El titular no tiene desperdicio: “Los empresarios valoran ahora más la lealtad que la motivación”. A bote pronto: ¡así nos va! O también: ¿y ahora se enteran? O ambas...

Cuenta Steve Wozniack —el co-fundador no tan conocido de Apple— que el gran mérito de Steve Jobs era conseguir involucrar y motivar a cuantos trabajaban con él de tal forma que eran capaces de conseguir lo que ni siquiera se atrevían a pensar que estaba a su alcance o se podía hacer. La motivación que contagiaba Jobs era el propio proyecto.

Miren dónde está Apple hoy —tampoco se va a quedar ahí toda la vida— y todo lo que ha sido capaz de hacer —por mucho que se empeñen sus detractores— a lo largo de la historia de los últimos 36 años. Y comprueben cómo el declive de la compañía —entre 1991 y 1998— que casi la lleva a la quiebra se produjo cuando Jobs abandonó las tareas de dirección y fue despedido de su propia empresa.

¿Conclusión rápida? El éxito o el fracaso de cualquier tarea o proyecto depende de la valía y motivación de aquéllos que lo llevan adelante, y la función de cualquier equipo directivo es cuidar de que ambas condiciones estén presentes.

En contraste, y según revela el estudio que les comentaba al principio, lo que prima mayoritariamente —y no solo en el mundo de la empresa, sino también en otras áreas sociales e instituciones— es la fidelidad, la lealtad al jefe, al líder. Y la motivación, es el sueldo. O, en estos momentos, conservarlo.

¡Así nos va! Me reafirmo.

Buscar palmeros que te rían las gracias, señor directivo o gerente, puede hacerle la vida más dulce, pero le priva de conciencia exterior. Ésa que es capaz de señalarle sus errores, que le hace reflexionar y, en el fondo, mejorar como persona y en el desempeño de su función. Buscar solo lealtades, señor director o gerente, es como ponerse orejeras de burro, autoproclamarse dios en la tierra o, como mínimo, su único profeta.

Por otro lado, señor director o gerente, motivar apelando únicamente a satisfacciones —salario, privilegios, enriquecimiento— externas al trabajo, o al mantenimiento del mismo —despidos, recortes— solo nos lleva a tener empleados zombis que “cumplen” por obligación y no porque estemos aquí para hacer una muesca en el Universo, como le gustaba explicar a Steve Jobs. Cuando el trabajo se “siente”, se nota. Cuando no, también.

Señores directivos y gestores: si lo que buscan son esclavos o súbditos, eso es precisamente lo que obtendrán. ¡Después no se quejen!

Cada vez estoy más convencido: la mayor parte de los problemas de este mundo se manifiestan en la desmotivación generalizada y la inexistencia de gestores capaces de impedirla...

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