Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 29 de abril de 2011

Deberes de autor


Me cuesta escribir sobre el tema de los derechos de autor. Primero porque se ha escrito y dicho mucho a costa de leyes “sinde” y otras tonterías. En segundo lugar, porque me considero “autor”, pero también “usuario”. Todos lo somos, ¿no? Excepto los autores muertos, que ya no son usuarios...

Sin entrar en la cuestión de la ley “Sinde” —claramente una abominación jurídica sin necesidad de entrar a enjuiciar el fondo— me gustaría hacer una llamada de atención a tanto “creador” patrio y extranjero que —por supuesto— tiene derecho a vivir de su trabajo y defender sus intereses. El título de esta entrada creo que es bastante explícito.


D. Arcadi Espada —ya saben que tengo costumbre de dirigirme siempre a alguien— argumenta que “aunque parezca mentira, las ideas siempre tienen dueño”. Pues la verdad es que suena cierto y bien, pero no es tan evidente. Por un lado, hay ideas que se van forjando confusamente en la confluencia de muchas ideas previas y sin vinculaciones claras e inequívocas que nos lleven a determinar una paternidad responsable. También hay “ideas” e “ideas”. Vamos: tonterías y tonterías más gordas, o pensamientos que cambian las cosas (para bien y para mal). Por último —por acabar, no porque no puedan decirse más cosas— para tener ideas hay que pensar, y eso es algo que se le supone —a veces creo que falsamente— a cualquier ser humano.

Si llevamos al límite la frase de D. Arcadi, nos vamos a pasar media vida en los tribunales defendiendo o repudiando —según convenga al hilo del éxito o fracaso, o de la moda de lo políticamente correcto— autorías de ideas, ocurrencias y especímenes de diversa índole creativa. ¡Anda que no es volátil una idea! ¡Anda que no existen probabilidades de que dos personas —entre casi 7.000 millones— tengan prácticamente la misma idea!

Puestos a escoger —estas tres palabras salen en una canción de Serrat: ¿es plagio, me estoy aprovechando, o estoy publicitando el “Cada loco con su tema”?— me quedo más con la “idea” de Jean Luc Godard —les aseguro que es más famoso que el Sr. Espada, bisbales, ramoncines y teddys bautistas de turno— que afirma que “el derecho de autor realmente no tiene razón de ser”, y que él mismo no tiene derechos, sino deberes.

Ahí quería yo llegar. ¡Menos mal que el señor Godard defiende que la propiedad intelectual no existe y puedo pensar lo mismo que él! No obstante, me gustaría explicarlo y añadir algo de mi cosecha, que seguro está mediatizada por mil y una lecturas, sonidos y visiones.

¿Se imaginan qué habría pasado si Leonardo, Miguel Angel, Rafael, Van Gogh o cualquier otro artista se hubieran guardado su “arte” para ellos mismos? Pues eso. Víctimas de ese crimen seríamos todos (los de entonces, los de ahora y los de mañana). Junto a los derechos del artista, de esa persona “tocada por el dedo de Dios” —o si a alguno le molesta, por la musa de turno—, está su deber con la Humanidad. La luz fue creada para brillar no para ocultarla. Si con sus obras pueden ofrecer luz al resto de los mortales, la obligación del artista es hacerlo con independencia de la paga. Si les tocaron más “talentos” ¡que los compartan!

Porque sin lectores, el escritor no tiene más arte que la lista de la compra pegada a la puerta de la nevera. Sin oyentes, el músico es similar a cualquiera de nosotros cantando en la ducha. Sin espectadores, el esfuerzo del cineasta es tan estéril como el de aquellos amigos que intentan transmitir la emoción de un momento poniéndote el vídeo de su viaje de bodas después de una buena comida.

Entiéndame, D. Arcadi. Su arte es suyo y eso nadie se lo va a quitar. La diferencia entre que usted muera en el anonimato o envuelto en gloria estriba en que yo —y muchos como yo— le leamos. Estoy convencido que por cada “autor” reconocido hay otros cien de igual o mayor valía que no tuvieron la suerte de saborear las mieles del éxito. O quizá sí las saborearon, pero de otro éxito más importante.

¿Tienen ustedes derecho a vivir de su trabajo? Por supuesto. El problema es que cuando el arte se transforma en trabajo, cuando la autoría se profesionaliza pues... no lo tome a mal, ¡pero empieza a dejar de ser arte!

Estoy convencido que, pese a sus mecenas, los artistas del Renacimiento hubiesen seguido donando sus obras a la Humanidad aún muriéndose de hambre. En el caso de Van Gogh no me hace falta imaginarlo: no vendió ni un cuadro en vida y pasó hambre, pero siguió pintando.

El artista es un espíritu libre que lleva algo en su interior que necesita comunicar. Si condiciona su arte al dinero, a la paga, para mí, empieza a dejar de ser artista (o al menos, ese tipo de artista) y a vender su libertad. Y cuando el espíritu pierde su libertad, deja de serlo para convertirse en carne, como la que se vende a kilo en las carnicerías.

Piénsenlo, señores artistas, y desde luego, no amenacen con que sin ustedes no hay cultura, porque eso no es verdad. Así de simple. No es suya. Como mucho la animan. Como mucho aportan una parte: la más visible, pero no necesariamente la de mayor importancia.

Mire, señor Espada, pide usted que lo del gratis total se acabe. A mí me gustaría que lo del gratis total se impusiera. No porque los usuarios tomen, sino porque los autores donen. Pero no por posicionamientos o ideológicos. ¿Se han fijado en el nombre de esta web? A lo mejor tiene que ver con eso...

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