Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 1 de abril de 2011

Vanidad de vanidades


Hace unos meses leí una noticia en la que el juez Baltasar Garzón declaraba que “en algún momento se le ocurrirá a alguien hacer una película sobre mí”. Al menos, entrecomillado, ése era el titular de la noticia.

Apenas ocho semanas después, Isabel Coixet anunciaba el film. El documental se ha estrenado en el Festival de Cine de Berlín (Berlinale) este mes de febrero.

O todo el proceso de creación, filmación, montaje y producción ha sido muy rápido, o cuando habló Garzón expresaba algo más que una premonición o deseo...


Nada que objetar a la libertad de expresión. Isabel Coixet es libre de hacer una película sobre lo que quiera. Tampoco quiero realizar valoración alguna sobre si el personaje se merece o no realmente esa película. Ni siquiera sobre la autoestima o la propia necesidad que todos tenemos, en algún momento, de reconocimiento de nuestra persona o labor...

Pero, don Baltasar, sinceramente, siempre me ha parecido más prudente huir del aplauso del grupo y resguardarme bajo el respetuoso silencio de la persona. Mire usted, prefiero que no me alaben. No por falsa modestia, sino porque la gloria que me importa no es de este mundo. Y además, no soy digno de alabanza.

Por supuesto que a todos nos gusta que den brillo a nuestro ego. A veces lo necesitamos. Somos humanos y de bien nacidos es ser agradecidos. Por supuesto, también, es penoso que muchas veces esas demostraciones de afecto se producen tras la muerte y no en vida. También es cierto que, una vez muertos, la tendencia marca que todos los hombres y mujeres son “grandes” hombres y mujeres. Nadie habla mal de ellos. O casi nadie...

No se equivoque, don Baltasar: al César lo que es del César. Pero de ahí, a creerse digno de una película, novela o cualquier otra manifestación artística...

Probablemente hay millones de personas que, con su quehacer diario callado, anónimo, gratuito y desinteresado, se merecen una película. Ninguno de ellos la pide. Ni aspira a que la hagan. Ni piensa que la merezca.

No le estoy juzgando. Puede que efectivamente sea merecedor de tales honores e incluso más. Puede que tampoco haya animado a nadie en este empeño y que usted no haya tenido nada que ver con la producción del film. Y aunque así fuera, es usted libre...

Pero es que creo sinceramente que el mundo iría mucho mejor si dejáramos vanidades de lado. Si fuéramos menos protagonistas y más secundarios. Si al menos pareciera que no nos mueve riqueza, poder o gloria. O las tres juntas.
Don Baltasar, usted tendrá su película. Yo sólo aspiro a que mis buenas obras sean recordadas, aunque no lo sea mi nombre. Prefiero la transparencia y el anonimato...

Disculpe, pero no estoy de acuerdo.

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