Un blog para la crítica respetuosa, que deja lo políticamente correcto a un lado y que denuncia y pone el acento en oponerse a aquellas actitudes y opiniones que, a juicio de su autor, no respetan la dignidad y los valores humanos. Las personas siempre son dignas de todo respeto; las opiniones, no.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Negar la realidad ...


... No la hace desaparecer. Antes más bien lo contrario. Es lo que le pasa a las personas que son juez y parte cuando manifiestan una opinión. No es que no tengan derecho a expresarse, ni a pensar lo que quieran. Pero es que en estos casos, suelen “no dar ni una” y, además, condenarnos a los demás a seguir sufriendo las consecuencias de su ausencia de autocrítica y visión lo más objetiva posible.

En este caso les hablo concretamente de las declaraciones de una persona, Ana Rosa Quintana, unida íntimamente a programas televisivos del corazón que, en ocasiones, derivan a lo que mucha gente denomina “tele-basura”. Y fíjense que he hecho una distinción importante: no toda la prensa llamada “del corazón” es basura, ni toda la basura en los medios habita en los programas del corazón.


Doña Ana Rosa se ha descolgado en una entrevista a EFE asegurando que "no hay telebasura”, sino “televisión que la gente ve y otra televisión que la gente no ve. Puedes verlo por la tremenda o con un ejercicio de ironía, que es como lo veo yo".

Lo dicho, no dan ni una. ¿Desde cuándo los programas “tele-basura” son de baja audiencia? Señora mía —usted lo sabe bien— cuando se recurre a la víscera, al morbo, a la falta de educación, a la violencia verbal y resto de esperpentos al uso se hace precisamente para conquistar audiencia.

Le diré como lo veo yo: aquel profesional que debe recurrir a esas artimañas, aquel medio que cede a la tentación de basar su beneficio en estos usos, ha olvidado el por qué de su profesión, lo más bello de su trabajo y función.

Y no me sirve que una persona sea libre de ver o no ver estos programas. Es basura, con independencia de cuántas personas lo vean o dejen de verlo. Es más, recordando al Papa Gregorio XVI y su encíclica “Mirari vos”, “¿por ventura dirá alguno que se pueden y deben esparcir libremente activos venenos, venderlos públicamente y darlos a beber, porque alguna vez ocurre que el que los usa haya sido arrebatado a la muerte?”, o porque exista libertad para tomarlos o no, podríamos añadir...

Pero es que dice además Doña Rosa que el medio televisivo es el más libre que hay porque "es gratis y la gente tiene un mando para apagar, si quiere".

Mire Doña Rosa, efectivamente uno tiene el mando para apagar o cambiar. En realidad, quizá en eso sí ha acertado, porque en ocasiones las televisiones se ponen de acuerdo y no queda otra solución mejor que apagar el aparato. Pero eso de que es gratis...

Mire, de gratis, nada.

En primer lugar, porque hay unas televisiones que viven directamente de presupuestos públicos. Ese dinero, antes de ser del Estado —adquirido vía impuestos y otros arbitrios— era nuestro. De todos. De los que ven y no ven la televisión.

En segundo lugar, porque indirectamente todos los anunciantes que les mantienen en sus trabajos cargan los gastos de la publicidad televisiva en el precio de los productos que venden. Y ese dinero, antes de ser de esas empresas que invierten en publicidad, también era nuestro.

En tercer lugar, aunque sea difícilmente cuantificable, porque el clima, ejemplos, modelos y mensajes subliminales que quedan en el inconsciente de los espectadores de estos bodrios, es un terrible precio que esta sociedad ya lleva años pagando (aunque me temo que sea mucho más lo que nos queda por pagar).

A usted quizá le sirva la excusa de la audiencia libre y de que da al público lo que quiere. En realidad, nada de eso le exime de responsabilidad. Nada de eso hace que ese tipo de programas sean positivos. Nada de eso convierte la basura en oro. Y cuanto antes se den cuenta de ello usted y gente como usted, mejor...

Mientras, efectivamente, lo único que nos queda es cambiar, apagar, y pedir a nuestros conocidos que lo hagan.

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